El domingo de la oración 29 TO ciclo C

El domingo de la oración 29 TO ciclo C

“Orar siempre, sin desfallecer”

Buenas,
el Evangelio proclama este domingo el poder inmenso de la oración. Podríamos decir que la misión y la oración tienen que ir unidas, una debe apoyarse en la otra.  Pero la oración tiene que ser constante y confiada, sabiendo que el Señor siempre nos escucha y quiere lo mejor para nosotros aunque a veces lo o que le pedimos y lo que nos sucede no coincida con nuestros deseos. Confiemos siempre en el gran poder de la oración que hace milagros y que fecunda y abona la tierra.

Este es el mensaje de la parábola: orar. Dice Lucas que Jesús contó esta parábola para inculcar «la necesidad de orar siempre, sin desanimarse«.
La oración en ningún caso puede pretender forzar a Dios para hacer nuestra voluntad. Sería una insensatez -por no decir otra cosa-, que pretendamos cambiar la voluntad de Dios. Es más bien al revés. Ya lo decía San Agustín:  “La oración no es para mover a Dios, sino para movernos a nosotros“ (Carta a Proba).
Orar sin desanimarse (mejor que «sin desfallecer»). El «desánimo» es fácil que se presente cuando no obtenemos los resultados esperados, o no son proporcionales a nuestro esfuerzo, o cuando fracasamos en la búsqueda y defensa de la justicia, y comprobamos tantas veces que el mal se sale con la suya, cuando nuestras oraciones no son atendidas… En definitiva: «¿para qué orar, para qué seguir, para qué insistir?».
La oración es el gran medio para no perder la cabeza aun en los momentos más difíciles y dramáticos, cuando todo parece conjurarse contra nosotros y contra el reino de Dios. Para no perderse entre los múltiples y confusos criterios de nuestra sociedad, para no dejarnos presionar por quien sea, ni tomar demasiado rápido decisiones inadecuadas. Para que no renunciemos nunca a defender y exigir lo justo, lo bueno, lo ético.
Feliz domingo, un abrazo,
Paco

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 18, 1-8

 

En aquel tiempo, Jesús decía a sus discípulos una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer.
«Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.
En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle:
“Hazme justicia frente a mi adversario”.
Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a sí mismo:
“Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme”».
Y el Señor añadió:
«Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?».

Palabra del Señor