El domingo del interior recto 8 TO ciclo C

El domingo del interior recto 8 TO ciclo C

 

Buenas,
este domingo el evangelio nos enfrenta a nuestra propia realidad interior para escudriñarla y señalar en ella todo lo que es distorsionado, interesado, dañino para mí y los demás, egoísta, soberbio y de rencor. Si no somos capaces de señalar con humildad nuestras incongruencias, nuestras hipocresías y reconocerlas en nosotros, nuestra vida estará sometida al yugo de esos defectos no asimilados ni reconocidos.
Solamente puede dar fruto lo que nace de un corazón sincero y humilde, que saca la viga de su ojo, que no juzga ni condena y deja brotar la bondad atesorada en el corazón desde lo mejor de uno mismo que Dios ha puesto en nuestro corazón. Nuestros gestos y palabras, nuestras acciones son las que delatan nuestro interior. Nuestro interior será recto desde la oración, la apertura a la Palabra, desde el dejarnos empapar por ella y por lo bueno que pueden enseñarnos también los demás. Solo así nuestra mirada será limpia para no juzgar y saber ver en los demás lo bueno y de lo que podamos aprender.
Nuestras palabras y nuestras acciones nos dirán verdaderamente quienes somos. Ellas darán testimonio de nuestra realidad interior porque «lo que rebosa del corazón lo habla la boca»
Pidamos al Señor que nos ayude a reconocer nuestra debilidad, a aceptarla para poder cambiarla y a sacar de nuestro interior toda la belleza y bondad que Él ha puesto.
Feliz semana y un abrazo, Paco

Lectura del santo evangelio según san Lucas 6, 39-45
En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola:
«¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.
Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.
El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca».