Jueves Santo: cuando Jesús nos amó hasta el extremo

Jueves Santo: cuando Jesús nos amó hasta el extremo

 

Buenas,
llegamos a los momentos cumbre en esta semana grande y santa. Comenzamos ese triduo pascual que es base nuclear de nuestra fe y por el que todo llega a su cumplimiento por parte de Jesús. Hoy celebramos el día del amor fraterno donde Jesús instituye la Eucaristía, el sacerdocio y donde nos da la gran lección del amor hecho servicio en el lavatorio de los pies.
Servicio y entrega a los demás, proclamación de la Palabra y misión evangelizadora y alimento de su Cuerpo y su Sangre cuando Jesús nos pide tomar en memoria suya el pan partido y entregado de su cuerpo y el vino de su sangre derramada.
Si, hoy nos da la gran lección de lavar los pies a los demás como El lo hizo recordando esa frase de San Ignacio de l que no vive para servir, no sirve para vivir. Ese es el sentido y la dirección: en todo amar y servir. Y cuántas veces nuestro egoísmo, soberbia y orgullo se alejan del mandato de Jesús.
En la Eucaristía tenemos el gran Sacramento culpen de la vida cristiana. En ella nuestro alimento para tomar fuerza, recibir a Jesús en nuestro corazón y escuchar su Palabra para responder con nuestra vida a lo que espera de cada uno de nosotros y descubrir su plan en nuestra vida.
La institución del sacerdocio es entrega a semejanza de Cristo para dar toda la vida e iluminar los corazones con la proclamación del mensaje evangélico. Pidamos por todos los sacerdotes que tanta falta hacen. También nosotros participamos de ese sacerdocio común para proclamar en el ambiente en el que estemos esa alegría del Evangelio que lleva la esperanza y el consuelo a tantas personas, en especial las que sufren.
Vivamos estos días en oración y profundidad para que hagan mella en nuestra vida.
Un abrazo, Paco

Lectura del santo evangelio según san Juan (13,1-15)

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.
Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?»
Jesús le replicó: «Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.»
Pedro le dijo: «No me lavarás los pies jamás.»
Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.»
Simón Pedro le dijo: «Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.»
Jesús le dijo: «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.»
Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios.» Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis «el Maestro» y «el Señor», y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.»

Palabra del Señor