Buenas,
ha llegado el momento que estábamos esperando porque tras las dudas, la tristeza y la rendición en la que muchas veces caemos, vendrá la luz que ilumina, alegra, da esperanza, sentido y plenitud. Esta noche se ilumina todo, esta noche desaparecerá la oscuridad de nuestra vida, todo adquirirá sentido. Tras el sufrimiento de Cristo y su muerte, llega la victoria frente al dolor y la muerte, llega la vida plena que nos es dada y prometida y que se hace realidad con la de Cristo. Por ello, nosotros que estábamos abatidos como los de Emaús, que estábamos escépticos frente a la Palabra proclamada como les sucedió a ellos, que no veíamos los frutos por nuestra ceguera y falta de confianza, que nos rendimos fácilmente ante las dificultades, ahora nos damos cuenta de que todo ha merecido la pena, de que Él vive en nuestros corazones, de que todas las promesas del Antiguo Testamento se han cumplido y de que el Evangelio, la Buena Noticia es una realidad en nuestra vida y en la de tantos que creen. No queda otra que creer porque hemos visto la luz, porque hemos visto que todo ha quedado hecho para mayor gloria de Dios y esperanza nuestra.
Sin duda que la celebración de la vigilia pascual es la más importante del calendario litúrgico. Es una celebración llena de símbolos y signos para comprender que la vida es pascua, paso de la muerte a la vida, que hay un sentido y un horizonte más allá de lo inmediato, que las promesas se han cumplido y que si queremos, esas mismas promesas pueden hacerse realidad en nuestro interior abriéndonos al mensaje que se proclama, a la renovación de las promesas bautismales y acogemos la luz que se nos da, el nuevo nacimiento que se nos promete porque ya estamos limpios, purificados por el agua viva de la salvación.
La luz de la Resurrección va a iluminar el mundo, feliz Pascua a todos.
Un abrazo, Paco
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 24, 1-12
El primer día de la semana, de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. Encontraron corrida la piedra del sepulcro. Y, entrando, no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas por esto, se les presentaron dos hombres con vestidos refulgentes. Ellas quedaron despavoridas y con las caras mirando al suelo y ellos les dijeron:
«¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado. Recordad cómo os habló estando todavía en Galilea, cuando dijo que el Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de hombres pecadores, ser crucificado y al tercer día resucitar».
Y recordaron sus palabras. Habiendo vuelto del sepulcro, anunciaron todo esto a los Once y a todos los demás.
Eran María la Magdalena, Juana y María, la de Santiago. También las demás, que estaban con ellas, contaban esto mismo a los apóstoles. Ellos lo tomaron por un delirio y no las creyeron.
Pedro, sin embargo, se levantó y fue corriendo al sepulcro. Asomándose, ve solo los lienzos, Y se volvió a su casa, admirándose de lo sucedido.